
Otra de las constantes del viaje, es hacer
mención a los equipos de
fútbol una vez que conocen nuestra procedencia.

En
Omán, los
niños acuden a la escuela uniformados con blancas
túnicas. Como complemento lucen sobre sus cabezas un
simpático gorrito.

Pero cada
día, al acabar las clases, corren a sus casas para cambiar tan inmaculado traje por la camiseta de su
ídolo del
balompié. Las playas se convierten por unas horas en un estallido de colores. Una vez más, el
fútbol es el mejor embajador.
Por cierto, alguien conoce a un tal Raúl González???
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